viernes, 22 de febrero de 2013

LAS VIUDAS DE LOS PRIMOS: Entrega Diecinueve

Septiembre 30


Por distintas razones, hemos tenido que aplazar indefinidamente la tarde de juego donde Lilia. Hace casi un mes que no nos reunimos, pero hemos estado comunicándonos por teléfono para tener noticias las unas, de las otras.

Clarisa tiene un proyecto con José Joaquín Diazgranados. Él admira sus cuadros porque denotan verdadero talento y cree que ella tien el deber de desarrollarlo en un ámbito más amplio, que sea solamente el de sus familiares y amigos. Así, le propuso que dé clases a un grupo de estudiantes. Su casa es suficientemente amplia y se puede adecuar un espacio para taller y con el tiempo, ¿por qué no?, abrir una galería para promover los talentos jóvenes. A Clarisa le interesa la idea. Contando con José Joaquín, el proyecto le parece más promisorio.

Me contó la conversación que habían sostenido, palabras más o palabras menos:

- No creas que te lo estoy proponiendo desinteresadamente, - le dijo él - yo seré el primer alumno que se matricule en tu academia, porque una de mis grandes frustraciones es no haberme dedicado a la pintura. Mis padres me desalentaron porque pensaban que como pintor, me iba a morir de hambre. Tenía que estudiar una carrera que me proporcionara un buen vivir.

- Habrías llegado a ser un gran pintor, de la talla de Obregón, Botero o Grau.

- No lo sé. Pero ahora tengo la esperanza de llegar a ser un buen pintor aficionado y habré vencido una de mis dos grandes frustraciones.

- No creo que en tu vida hayas sufrido frustraciones pero, a riesgo de ser indiscreta, ¿cúal ha sido tu otra gran frustración?

- Tú lo sabes muy bien: mi gran frustración fue que tú hubieras preferido a mi primo Humberto.

Parece que es misión insoslayable de los mayores, la de compartir conocimientos con las generaciones jóvenes. Lilia está dictando cursos de alta cocina a un grupo de jóvenes esposas que habitan en el mismo edificio. Esto le ocupa dos tardes a la semana. Las señoras que asisten han dejado temporalmente sus profesiones y trabajos porque tienen niños pequeños. Mientras miden los ingredientes, rallan, baten, pican  tamizan, licuan, amasan, hornean, espolvorean, cocinan a fuego lento o al "baño de María", no dejan de conversar y comentar las pequeñas historias que se viven en el edificio.

La llegada del coronel les había llamado la atención, por tratarse de un hombre tan interesante: gallardo, con el cabello prematuramente blanco, distinguido, simpático y libre. Unas planearon presentárselo a sus hermanas y otra, a su madre recién divorciada. Alguna opinó que era mejor dejarlas tranquilas, por la fama de mujeriegos que tienen los militares, aunque no es bueno generalizar.

- De todos modos, no hay caso - dijo la residente del 702, su vecina más próxima - el coronel saldrá de viaje y parece que no volverá, porque puso en venta el apartamento.

Lilia ya lo sabía  pero se abstuvo de comentarlo. Precisamente la noche en que salió con Iván, el coronel fue a despedirse. Estaban de vista con Jorge Luis y Lina, muy complacidos de que Lilia tuviera la oportunidad de salir con alguien tan especial como Iván, y lo esperaban para saludarlo. Ella estaba muy elegante con su traje de coctel. No es necesario decir que era de la marca "Ladies Fashion", y lucía joven y bonita. El coronel demostró su admiración, con la expresión de su rostro. Lilia hizo las presentaciones y lo invitó a sentarse. Él manifestó que no se demoraría pues comprendía que iban a salir. Jorge Luis le explicó que aún disponían de tiempo, porque estaban esperando al amigo de Lilia y le ofreció una copa del vino que estaban tomando. La agradeció, pero no la aceptó porque tenía asuntos pendientes. Solamente había ido a despedirse. Pasará en Estados Unidos una larga temporada. Se despidió de Lilia con los consabidos besos en las mejillas. El portero había sido advertido de la visita de Iván, y anunció que el doctor Piedrahita ya subía. Jorge Luis acompañó al coronel a la salida; cuando abrió la puerta, se encontraron con Iván; Jorge Luis hizo las presentaciones; los dos hombres se miraron inquisitivamente, pero se saludaron con toda cortesía, como correspondía.

Días después, Lilia me contó que la cena en el Club de Abogados estuvo deliciosa y que ella disfrutó mucho con la compañía de Iván. Han seguido saliendo, pero no quiso darme detalles por teléfono.

En cuanto a Berta, hay novedades importantes. Ella está prácticamente viviendo en la finca. porque pasa allí la mayor parte del tiempo. Quiere opinar sobre los acabados, los colores, la calidad y el diseño de la cerámica que se ha de instalar en los baños, la cocina y los pisos de mayor tráfico, como son los corredores y las terrazas. Los pisos del interior irán en madera técnicamente tratada, para que no requieran mayor mantenimiento. También está considerando cuales de los muebles que hay allí, desechados por ella misma y por sus hijos al renovar los mobiliarios, vale la pena conservar y cuales se deben regalar al ancianato de Chía.

Está ansiosa por la llegada de Bill, aunque no será antes noviembre porque tiene asuntos que arreglar en Miami y Nueva York. Pero no solamente ella está ansiosa: Juanita también lo está, por ver pronto el resultado de su trabajo y contratar nuevas obras con los finqueros vecinos. Desde luego, en sociedad con Juan Tibaquirá.

Berta me contó confidencialmente y lo repito con discreción porque no saldrá de estas páginas, que Juanita parece muy interesada por el maestro. Una mañana en que Berta, viendo la pila de vigas desmontadas, le pidió por favor que alguno de los muchachos partiera leña para las chimeneas, él le aseguró con toda propiedad que la tendría por la tarde. No distrajo a ninguno de los obreros del trabajo que ya les había asignado. Pero cuando terminaron la labor y se fueron, Juan se despojó de su overol naranja, salió torsidesnudo des vestidor de los trabajadores y empezó a partir la leña. Juanita estaba en la terraza haciendo cuentas y cuando oyó los golpes del hacha y el crujir de la madrea, se asomó. Al verlo, se quedó admirando su figura de héroe legendario, tan atlético como los capitanes Tabio y Tenjo que acompañaron al Zipa Tisquesusa en su trágica epopeya.

- Pero no creas que es solamente el físico de Juan lo que atrae a Juanita - me dijo Berta. - Allí donde lo ves, como un sencillo maestro de obra pueblerino, es un hombre que ha leído mucho y ha adquirido una buena cultura general: es un verdadero autodidacta. Visita frecuentemente la Casa de Cultura de Cajicá y la bibliotecaria le presta los libros. Prefiere la novela porque le permite conocer otras épocas y otros lugares. Así, ha viajado por el mundo y por el tiempo con Emilio Salgari, José Eustacio Rivera, Julio Verne, Alejandro Dumas, Cervantes, Dickens, Dostoyevski, Mark Twain y muchos más; admira a  Homero, cuyos héroes troyanos y dioses olímpicos le recuerdan a sus ancestros chibchas y a sus dioses tutelares. Además, está bien informado sobre los temas de actualidad en la política y la economía porque está suscrito a diarios y revistas importantes.

- ¿Cómo sabes todo eso?

- Porque Juanita me lo contó. Pasan mucho tiempo conversando en el descanso del mediodía y por la tarde, cuando los obreros se han ido. Por otra parte, yo creo que durante sus paseos dominicales en bicicleta, han llegado a conocerse mejor.

- Me parece un hombre interesante y muy valioso como ser humano. ¿Qué pensarías, si el interés que siente Juanita por Juan se convirtiera en un sentimiento profundo?

- Me alegraré, si él le corresponde. Creo que es el hombre que le conviene y que puede hacerla feliz.

Mientras nuestras amigas han estado ocupadas en sus actividades tan interesantes, Mariana y yo nos hemos dedicado al séptimo arte. Están pasando un festival de cine europeo en "Cinemanía", que es un conjunto de pequeñas salas de proyección muy acogedoras, en donde se puede disfrutar de cine de alta calidad. Allí, dos personas mayores o dos estudiantes pueden entrar con una sola boleta entre semana. Los horarios son escalonados, de manera que hemos podido entrar a ver una película a las 2:30, luego tomar algo en la cafetería y entrar a ver otra a las 5 p.m.

Le pregunté a Mariana por Gabriel Artigas y me dio la buena noticia de que ya dejó la silla de ruedas y está caminando con bastón, sólo por darse seguridad. Ya retomó las clases en la Universidad y está muy ocupado. Tanto, que ya no se escriben con la misma frecuencia.

Ahora, Mariana está muy contenta porque ya tiene compañía para ir a los conciertos sabatinos en el auditorio León de Greiff, en la Universidad Nacional. Recuerda con cierta nostalgia la época en que iba con Gabriel. Cuando él se fue de Colombia, Mariana siguió asistiendo con sus hijas, mientras fueron estudiantes y permanecieron solteras. Pero luego, dejó de ir por falta de compañía.

Conversando con Alonso en la tertulia, descubrieron que son igualmente melómanos y están asistiendo juntos a los conciertos. Como los dos son vecinos de Chapinero Alto, van en el carro de él, porque no se justifica llevar dos carros al mismo sitio. Se les ha vuelto costumbre, cuando salen del concierto, entrar a la pastelería Toledo de la calle 45 a tomar té con bizcochos y conversan largamente sobre lo que no podían hablar, mientras estaban embelesados escuchando la música.

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