martes, 12 de febrero de 2013

LAS VIUDAS DE LOS PRIMOS: Entrega Dieciseis

Agosto 26


Las obras de la remodelación de la casa campestre de Berta se iniciarán pronto. Juanita ha tomado el proyecto con inusitado entusiasmo. Levantó los planos de a construcción y sobre ellos está diseñando las reformas necesarias para dotar la casa con todas las comodidades modernas, respetando su estilo suizo.

Se remodelarán los baños existentes y se construirán otros nuevos en las dos alcobas principales  que serán las de Berta y Juanita; se ampliará la cocina y se iluminará con grandes ventanales; se construirán dos garajes y se habilitará una zona de estacionamiento para los visitantes; se cambiarán las vigas de madera que no ofrezcan seguridad; se renovarán totalmente el sistema eléctrico y el de plomería y se restaurará la decoración de madera, cerámica y hierro forjado.

A Berta le preocupa el alto costo que puede tener la obra, pero está encantada con los planos y dibujos que le presenta Juanita. María Luisa Dávila ha colaborado en la elaboración del presupuesto y ha presentado varias alternativas de financiación, que Berta está estudiando con José Joaquín.

Juanita ha estado averiguando en las poblaciones vecinas por un buen maestro de obra y un equipo de obreros calificados. En Cajicá encontró uno con muy buenas referencias, pues había trabajado en la remodelación de la Haciendo de Hato Grande, el lugar de descanso de los presidentes. El maestro es egresado del Sena y cuenta con su propio equipo de trabajadores. Se llama Juan Tibaquirá. Es natural de la región desde sus ancestros y su tipo es mestizo: es un buen exponente de la fusión de las dos razas, la chibcha y la hispana. Berta estuvo de acuerdo con la elección del maestro y le pidió a María Luisa la elaboración del contrato de mano de obra, que fue aprobado sin vacilación por José Joaquín. Sin más dilaciones, en la Notaría de Tabio firmaron el contrato de Juanita Pinedo Urrutia y Juan Tibaquirá Rodríguez.



Agosto 27


Lilia nos llamó para posponer la tarde de juego. Nos propuso aplazarla hasta el próximo jueves. Todos estuvimos de acuerdo. El motivo de Lilia fue un compromiso que se le presentó, cuando menos lo esperaba. Su amigo Iván Piedrahita se retira del Consejo de Estado por haber cumplido la edad reglamentaria, y sus compañeros le ofrecen una cena de despedida en le Club de Abogados.

Iván enviudó hace unos dos o tres años y no tenía compañía para asistir a la cena. Decidió invitar la Lilia porque le había resultado muy grato el reencuentro con ella en el matrimonio de Carolina Palacio  por la amena conversación que sostuvieron y lo bien que se había llevado en el baile. Lilia aceptó con gusto, por las mismas razones.

Iván y Lilia se habían conocido tiempo atrás  cuando ella era estudiante y él, su profesor de Derecho Administrativo; más adelante fue su director de tesis. Lilia fue escalando posiciones en juzgados y tribunales hasta llegar al Consejo de Estado, como consejera auxiliar del doctor Ibáñez.

Precisamente, en la mañana del fatídico miércoles 6 de noviembre de 1985, cuando el M-19 asaltó el Palacio de Justicia a las 11:40 de la mañana, ella se encontraba en la oficina de Iván entregándole una ponencia del doctor Ibáñez, sobre un asunto que debían tratar en Sala Plena.

Cuando se escucharon las primeras detonaciones, Lilia pensó que se avecinaba una tormenta, pero no estaba lloviendo. Luego, al escuchar el tableteo de la metralla, Iván y Lilia se miraron fijamente con la certeza de que las amenazas que habían estado circulando por los medios de comunicación y por los pasillos del Palacio, ¡eran ciertas!

Rosalba, la secretaria de Iván, irrumpió en el despacho.

- ¿Doctor, qué hacemos? - Estaba pálida y parecía a punto de desmayarse.

Iván conservó la calma. Le ordenó cerrar la puerta con llave y apagar las luces. Los tres se tendieron en el piso. Comenzó a sonar el teléfono  era la esposa de Iván, angustiada por las noticias de la radio; entró la llamada del esposo de Rosalba; Lilia llamó a su casa y habló con Jorge.

- No te angusties: estamos en una oficina segura del segundo piso. Esto va a a terminar pronto porque el gobierno y los guerrilleros legarán a un acuerdo, como ocurrió en la toma de el embajada dominicana.

El optimismo de Lilia reconfortaba a  Iván y a Rosalba  La comunicación telefónica con sus familias les permitía tener noticias, pues en la oficina no había ni un radio de pilas. La línea se congestionaba por momentos porque muchos amigos y colegas de Iván llamaban preocupados,  y también los periodistas ansiosos por saber qué estaba sucediendo en los despachos. Aunque el tiempo pasaba, Lilia no perdía su optimismo:

- Ya han pasado dos horas; el acuerdo no puede tardar mucho más; de un momento a otro va a cesar el fuego.

La sed los atormentaba. Reptando, Rosalba pasó a su oficina y regresó con un termo que aun contenía algo de café. Bebieron por turnos en un pocillo que había quedado sobre el escritorio de Iván, cuidando de reservar para más tarde. Lilia comenzó a rezar; Iván y Rosalba la siguieron piadosos.

Las detonaciones se escuchaban cada vez más cerca. Había tan explosiones fuertes, que parecía que el Palacio se iba a derrumbar. El ruido de los vidrios estallados por las balas, les taladraba los oídos  Como a las dos y media escucharon un estruendo espantoso, causado por el tanque que derribó la puerta principal sobre la Plaza de Bolívar.

La oficina comenzó a llenarse de humo. Lilia logró comunicarse con Jorge y le pidió que llamara a los bomberos porque había humo. Jorge le explicó que según las últimas noticias, el ejercito había lanzado bombas de humo para obligar a los guerrilleros a  salir de sus escondrijos.

- ¡Dios mío! ¿Entonces, a los civiles nos van a obligar a salir de las oficinas al fuego cruzado?

Iván extendió su gabardina a lo largo de la rendija de la puerta y cerró la rejilla del ducto de ventilación...