viernes, 8 de marzo de 2013

LA MODA EN EL RENACIMIENTO.

El el siglo XV se inicia en Italia uno de los períodos más brillantes en la historia del mundo occidental. Una concurrencia de circunstancias afortunadas favorece el nuevo humanismo, que parte de un estudio renovado de la antigüedad clásica griega y latina.

Se logró un gran avance en la filosofía, las ciencias, la literatura, el arte, la política, la religión y, en fin, en todas las manifestaciones de la cultura. Las provincias que habían conformado el gran imperio romano germánico se definieron como naciones independientes. El descubrimiento de América, la invención de la imprenta y la reforma luterana dieron lugar al desarrollo y divulgación de los conocimientos que sacaron a Europa del oscurantismo de la Edad Media.

Se presentó una gran bonanza económica gracias al auge del comercio por el Mediterráneo en el cual fue muy importante el renglón de las sedas de China. España salió de la postración económica en que la dejó la guerra contra los moros, gracias a los productos que le llegaban de sus colonias del Nuevo Mundo, especialmente el oro y las esmeraldas.

Todo este repunte económico tenía que reflejarse en la moda que lucieron los poderosos. El retrato se generalizó por el desarrollo de la pintura al óleo y constituyó el mejor testimonio de la moda durante el absolutismo europeo.

Con el fin de guardar un recuerdo para la posteridad, se encargó a pintores famosos la ejecución de los retratos de los reyes, los príncipes y los cortesanos. También se hacían retratar los prósperos burgueses, enriquecidos en la industria y el comercio, quienes competían con la nobleza en lujo y ostentación.

En esos retratos que se conservan en museos y colecciones particulares, los personajes aparecen siempre serios pues se consideraba que enseñar los dientes era un gesto agresivo. La enigmática sonrisa de la Monalisa se expresa más con los ojos que con los labios, pues no llega a despegarlos. Algún crítico de arte comentaba que la seriedad de los personajes se debía al mal estado de las dentaduras, puesto que la odontología era una ciencia apenas incipiente y se ignoraban los modernos procesos de restauración.

En las obras pictóricas los hombres aparecen con jubón de terciopelo de mangas voluminosas y muy adornadas. Encima llevan una capa corta u hopalanda forrada en pieles. El traje corto deja al descubierto las piernas enfundadas en calzas ajustadas, a veces de un color diferente cada pierna. Aunque el artista las presenta adheridas a las piernas, es de presumir que el efecto real seria diferente porque no se conocía el tejido de punto y el paño o la seda no podían dar esa apariencia. Los que no tenían las piernas robustas, rellenaban las calzas con almohadillas de salvado.

El tocado masculino era rebuscado y pesado. Lucían el cabello rizado y se lo decoloraban para que pareciera rubio. Los gorros de colores vivos, especialmente el rojo, hacían resaltar esas deslumbrantes cabelleras.

La moda femenina también era muy vistosa. Sobre el "brial", que era un traje de seda ajustado al cuerpo, las mujeres usaban una hopalanda larga con cola y amplias mangas adornadas con bordados y aplicaciones. El escote se hizo cada vez más amplio, tanto que los predicadores preocupados decían que existía el riesgo de que ellas se salieran del vestido por encima, si se descuidaban.

Las cortesanas de Florencia introdujeron la moda de los calzones, que posteriormente pasó a Francia y se generalizó en Europa. Los usaban muy adornados con encajes y cintas. También introdujeron el uso de los botones que facilitaban el cambio de ropa y pusieron de moda los "drapaselli de naso", para sonarse; los más primorosos se fabricaban en Florencia y era costumbre perfumarlos. Más adelante, durante el Romanticismo, los pañuelos femeninos jugarían un papel muy importante para iniciar o deshacer romances.

El color negro no significaba luto; los reyes lo guardaban con el color violeta y las reinas, con el blanco.

El jubón cerrado se llevaba con "gregüescos" tan cortos, que dejaban al descubierto las piernas, ahora favorecidas con calzas tejidas en punto de media. Los gregüescos en forma de bolsa hinchada solían estar acuchillados. Esto es, con cortes verticales que dejaban asomar el forro, de un color más claro. La pieza que los cerraba por delante formando un puente se convirtió en un adorno y sirvió de bolsillo. Tal alarde de virilidad se prolongó por mucho tiempo.

Se usó la capa corta de jinete que se adornaba con un falso capuchón y se podía colgar de un hombro. Con el tiempo, la capa se alargó y llegó a convertirse en la típica capa española.

La moda femenina tuvo dos características: el corpiño estrecho y la falda amplia. El cuerpo rígido, formado con tela endurecida o con cartón, estaba armado con ballenas (espinas de ballena), alambres y varillas de junco que daban al busto una rigidez que perduraría por dos siglos, haciendo olvidar las suaves formas femeninas y se veía aun más largo por un corte en punta que descendía sobre la falda.

La falda era de gran amplitud, y se sostenía mediante un armazón llamado "verdugo" por su procedencia de vástago de árbol y no por su acepción más frecuente, aunque efectivamente torturó las carnes de quienes lo sufrieron. Montaigne comentaba: "Para tener un cuerpo muy español, qué suplicio no soportan las mujeres, erguidas y cinchadas con gruesas cuñas en las costillas que desgarran la carne e incluso causan la muerte (...) y para qué sirven esos gruesos baluartes con que las mujeres han dado en armar sus costados, sino para despertar nuestro apetito y atraernos a la vez que nos alejan?".


LA MODA POPULAR ESPAÑOLA

Con el profundo sentimiento de la forma y el color que siempre ha tenido el pueblo para imitar las modas de las clases privilegiadas, el pueblo español hizo propia la moda cortesana, adaptándola a las faenas, el ambiente y el clima para sacar de ella los distintos trajes regionales.

Los aldeanos no aceptaron instrumentos de tortura: en su indumentaria no aparecieron el verdugo ni la gola. Los inmigrantes españoles que vinieron a colonizar el Nuevo Reino de Granada, determinaron también los trajes regionales colombianos. Los inmigrantes escogieron las regiones más semejantes a su lugar de origen. Los castellanos se establecieron en Santa Fe y la región andina; los andaluces, en la costa atlántica, en donde impusieron sus estilos. En Santa Fe, los trajes sobrios; en la costa, los trajes alegres.

Con el tiempo, se produjo el mestizaje de la moda. El pañolón negro de flecos usado por las campesinas surgió del mantón sevillano y de la líquira chibcha; la ruana, como dice la canción, surgió de la capa castellana y la manta chibcha. Los chibchas habían sido expertos hilanderos y tejedores del algodón; cuando los españoles introdujeron las ovejas, aprendieron a hilar y tejer la lana.

lunes, 4 de marzo de 2013

LA MODA EN EL MUNDO OCCIDENTAL Y EN COLOMBIA

CAPITULO II

LA MODA EN LA EDAD MEDIA


La edad media es el periodo comprendido entre la caída del Imperio Romano y el Renacimiento. En este tiempo, los pueblos europeos no se preocuparon por la moda. Una sociedad entregada por completo a la lucha cotidiana por sobrevivir, no disponía del tiempo ni de los recursos necesarios para engalanarse o cambiar de atavío por capricho. La elegancia fue privilegio de pequeños grupos de poderosos y, aun en ellos, los trajes eran algo muy valioso que había que conservar por mucho tiempo y que se legaba de una generación a otra.

Por consiguiente, la moda evolucionó muy lentamente durante la Edad Media. El cambio más significativo consistió en el abandono de las prendas amplias de los romanos, en favor de una vestimenta cortada y cosida, más ajustada al cuerpo. Los trajes eran de una sencillez casi monástica, como se puede ver en las estatuas de las catedrales y en los retablos de la época. Los integrantes de las órdenes religiosas, frailes y monjas, siguieron usando esos hábitos durante varios siglos.

Los tocados de las damas, en cambio, eran bastante complicados. Algunos tenían forma de conos altísimos, con un velo que caía desde la punta, tal como los que se les dibujan a las hadas en los cuentos infantiles; el tocado más común era una especie de rodete de tela blanca y almidonada, llamado "balso". Se le podía variar el aspecto encañonandolo o poniéndole un borde rizado. Este tocado dio origen a las "cornetas" que lucieron las hermanas de la caridad hasta bien avanzado el siglo XX, cuando fueron abolidas por un Papa progresista.

Los trajes femeninos constaban de dos túnicas superpuestas llamadas la "vesta" y la "sobrevesta". El traje, de mangas largas y estrechas, se cerraba por la espalda con un sistema de nudos que hacía imposible que la dama se desvistiera por sí misma, de tal manera que debía ser ayudada por el esposo o por la dama de componía  El pudor femenino fue tan severamente protegido que se inventó el cinturón de castidad y fue impuesto a las damas cuando el marido se ausentaba por causa de la guerra.

No usaban calzones como las romanas porque se suponía que una mujer honesta no los necesitaba. El verbo "desnudar" viene precisamente de deshacer los nudos. La vesta se llamó también el "sufridor" porque estaba en contacto directo con la piel y a veces transcurría más tiempo del conveniente para mudar la prenda. Se dice de la Reina Isabel de Castilla que había hecho la promesa de no cambiarse el "sufridor" hasta cuando los moros fueran expulsados de España. 

El traje masculino se componía de una túnica larga que llegaba hasta las corvas, con mangas largas y estrechas como las del traje femenino. A menudo se adornaba con bordados en la parte delantera y alrededor del cuello. El cinturón, colocado muy bajo, quedaba cubierto con un abullonado. Los calzones eran de paño; sobre ellos se enrollaban bandas de colores. El cabello se llevaba corto, y el rostro afeitado, a lo sumo con bigotes. En la alta Edad Media ya no se rendía culto a la barba como en la época del Cid Campeador, cuando la mayor ofensa que se podía infligir a un caballero era "mesar la barba", esto es, arrancarla con las manos.

La gran empresa de las Cruzadas hizo necesaria la invención de un vestido para la guerra: las armaduras metálicas, las cotas de malla, el yelmo y la visera suplieron esa necesidad e hicieron imperativa la eliminación de la barba. Con el tiempo, las armaduras fueron perfeccionándose y se forjaron piezas para proteger todo el cuerpo, incluso los pies y los dedos de las manos. Se logró darles la movilidad conveniente mediante bisagras que se lubricaban con grasa negra.

Cuando los caballeros entraban en combate vestidos con sus armaduras, no hubieran podido ser reconocidos sin los colores distintivos adoptados por cada uno. Para identificarse en un mundo en donde casi todos eran analfabetos, pintaron o grabaron en los escudos figuras representativas de su nombre o lugar de origen. Así nació la heráldica.



LA MODA EN EL MUNDO OCCIDENTAL Y EN COLOMBIA.

ANTECEDENTES
La evolución del vestido es uno de los aspectos más interesantes en la historia de la humanidad: tiene que ver con la idiosincrasia de los pueblos, con la sociología, con el arte, con la geografía, con el folclor y con la moral.

El vestido tuvo su origen en la necesidad de proteger el cuerpo de los rigores del clima y de las asperezas de la naturaleza; luego surgió la preocupación moral por cubrir la desnudez; de ahí en adelante comenzó a desarrollarse un constante proceso de evolución para cumplir una función estética y social, que llegó a convertirse en una actividad industrial y comercial que mueve grandes capitales.

El adorno del cuerpo es innato al ser humano. En los grupos primitivos se observa el gusto por el adorno corporal, aun en tribus totalmente desnudas: practicaban el tatuaje y la pintura con tintas vegetales, que a la vez les servía de protección contra las picaduras de los insectos y las quemaduras provocadas por el sol; usaban collares de semillas coloreadas y de huesos o colmillos de los animales que cazaban para sobrevivir y demostrar su valentía; se adornaban la cabeza con plumas y algunos se deformaban el cráneo desde la infancia.

En los grupos precolombinos de las culturas andinas se trabajó la orfebrería con admirable técnica y con diseños originales que hoy podemos admirar en el Museo del Oro en Bogotá. Las figuras son decorativas y simbolizan a los dioses, los caciques y la fauna conocida como aves, tigres, monos y particularmente las que tienen que ver con el agua como los peces y las ranas, pues veneraban las lagunas sagradas, en donde suponían que habitaban los dioses. Con esos elementos fundían diademas, coronas, pectorales, narigueras, pinzas para depilar, brazaletes y mil objetos más. Los principales orfebres en nuestro territorio fueron los Quimbayas de la región del Quindío y los Chibchas de Cundinamarca, Boyacá y Santander.

La moda evoluciona de la complejidad a la sencillez. El elemento tipificador del vestido en las distintas regiones va desapareciendo a medida que avanza el desarrollo de los pueblos, se agilizan las comunicaciones y se estrechan los vínculos con otras naciones. El traje folclórico de cada región va quedando relegado a los festivales pueblerinos, al teatro y a los museos.

La austeridad en el vestir es propia del nacimiento de toda civilización. A medida que el poderío se afianza y extiende, el vestido va evolucionando hasta llegar al traje fastuoso que precede a su decadencia y ocaso. Recordemos las ricas togas de los emperadores romanos y la elegancia de Petronio, considerado en la Corte de Nerón como el árbitro de la moda. ¿Y qué decir de los lujosos vestidos de María Antonieta de Francia?

La moda necesita un escenario en donde pueda ser presentada al público. La moda es ante todo exhibicionista  los elegantes quieren ser vistos y admirados.

El Ágora en Grecia y el Foro en Roma, fueron los lugares más frecuentados por los elegantes. La moda adquiere importancia en las ciudades capitales, que es en donde se concentran el poder y la riqueza. En Europa, durante la Edad Media y el Renacimiento, las Cortes fueron los escenarios de la moda. Los soberanos atraían la atención de la nobleza en todo el continente. Cuando las Cortes se reunían para celebraciones especiales como bodas o coronaciones, los trajes se presentaban en la forma más ostentosa posible. El diseño, la confección y los adornos se estudiaban con suficiente anticipación para que correspondieran a la magnificencia del evento.