miércoles, 26 de diciembre de 2012

LAS VIUDAS DE LOS PRIMOS: Segunda entrega

De camino a mi apartamento, mientras el taxi me conducía por vías congestionadas soportando trancones interminables, pude hacer una rápida introspección de lo que había sido la vida de las mujeres de mi generación incluidas, por supuesto  "las viuda de los primos". Nos habían educado para ser mujeres piadosas, esposas sumisas y madres prolíficas  Se suponía que nos casaríamos con prohombres, encargados de protegernos junto con nuestra prole y de proveer todo lo necesario para el bienestar de la familia y la buena posición en la sociedad.

Nuestros abuelos habían vivido en una sociedad patriarcal, a la que no afectaban las guerras civiles, porque no se sentían en Bogotá  Todo les llegaba de Europa: la moda masculina de Londres, la femenina de París y la zarzuela de Madrid. Los bogotanos no podían imaginar que sus condiciones de vida fueran a cambiar.

Pero el mundo cambió por causa de las dos guerras mundiales. A partir de la primera, las mujeres en los países aliados dejaron los trajes de la Bella Época y adoptaron el traje corto y lo cabellos a "la garçon", para trabajar en las fabricas sin el impedimento de las crinolinas y los rizos. Ya difícilmente renunciarían a la independencia económica lograda y se prepararían para desempeñar trabajos mejor remunerados. Todo esto repercutió en nuestros países latinoamericanos. Surgieron entonces las primeras lideres feministas y socialistas en el mundo y también algunas en Colombia, como María Cano. Varias pioneras entraron a las universidades a estudiar Medicina o Derecho, afrontando la critica social. Pero casi todas abandonaron sus profesiones en cuanto se casaron.

Pero fue la segunda guerra mundial la que nos marcó a las mujeres de mi generación  Cuando se celebró la victoria, salimos a las calles con nuestros padres a festejar el triunfo de los aliados y la llegada de una nueva era.

En la posguerra, seguíamos siendo hijas de familia muy protegidas: no podíamos ir a fiestas ni a cine sin chaperona, pero se comenzaba a sentir la influencia del "american way of life", gracias al cine de Hollywood. Ya nuestros padres veían la posibilidad de que ingresáramos a la universidad, pero no para seguir carreras liberales sino otras acordes con nuestra condición femenina como arte y decoración  dibujo arquitectónico  filosofía y letras, pedagogía o trabajo social.

Por ese tiempo, fue cuando Lilia se casó a escondidas con Jorge. Había terminado el cuarto año, lo que se llamaba el bachillerato elemental y se consideraba mas que suficiente para cumplir el destino natural de esposa y madre. Al principio pasaron muchas dificultades. Jorge entró a trabajar en la empresa del papá  los niños llegaron uno tras otro hasta completar cuatro. Comenzaron a preocuparse por el futuro y fue cando Jorge animó a Lilia para estudiar derecho. Ya los niños habían entrado al colegio y podría disponer de tiempo. Decía Jorge que una profesión seria como un seguro de vida para ella, y él se sentiría mas tranquilo. Y tuvo razón  Cuando se presentó la apertura económica  la empresa quebró. De no haber sido por el trabajo de Lilia en la Rama Judicial, no habrían podido pagar las universidades de los muchachos y hoy no tendría ella su pensión ni su apartamento.

Jorge acomodó su horario al de Lilia, para que el hogar siguiera marchando normalmente  Gracias a sus colaboración  ella pudo adaptarse a las exigencias del fin de siglo y llegar al nuevo milenio sin afanes económicos  aunque sí con la pena de haber perdido al único hombre que había amado en la vida. Sus hijos le ayudan a sobrellevar la viudez y los nietos le proporcionan alegrías maravillosas. Han pasado varios años desde la muerte de Jorge y Lilia ha ido elaborando el duelo. Me alegré cuando vi chispitas en su mirada, al hablarme del coronel.

En el trayecto del apartamento de Lilia al mío, se hizo de noche. Yo venía tan ensimismada en mis pensamientos, que me sobresalté cuando el taxista me dijo habíamos llegado.

Sentí el calor de hogar al entrar en mi apartamento  aunque ahora vivo sola, pero es que lo tengo lleno de recuerdos: bellos cuadros al óleo pintados por mi madre, algunos muebles que le pertenecieron  muchos libros y la vajilla de Sèvres. Tengo una galería con fotos de mis abuelos, mis padres y mis hermanos; de mi matrimonio y de mis hijos en todas las edades, hasta ahora cuando son adultos; de mis nietos desde bebés a adolescentes; grupos con mis amigas y otros tomados en eventos culturales o académicos  Es mi pequeño paraíso, en donde recibo con alegría a mi familia y a mis amigos; y es también  viendo televisión o tejiendo. Encuentro aquí cuanto me hace sentir tranquila, protegida y realizada.




Buenos Aires, marzo 16




Querida Lucía:


Es una lastima que no hayas podido venir a este paseo, porque ha sido muy interesante. Yo tampoco hubiera podido venir a pesar de las promociones tan favorables, ahora cuan do es el turismo lo que esta moviendo a la Argentina. Pero mis hijas me entusiasmaron, me regalaron unos dolares y me ayudaron con sus tarjetas de crédito. Claro que yo les iré abonando con mi pensión.

Te mando este E-mail, aprovechando que aquí hay un locutorio en cada cuadra. Pero es que no puedo esperarme al regreso para contarte algo que me tiene triste. Yo siempre quise conocer el Cono Sur, desde la época en que trabajé con Gabriel Artigas, mi amigo uruguayo. ¿Lo recuerdas? Nos encargaron la investigación sobre el acervo musical de Colombia, un proyecto conjunto de Unesco y la Facultad de Antropología.

Él me inicio en la apreciación de la música culta cuando me regaló el disco de Carmina Burana. En ese tiempo asistimos a muchos conciertos en el Teatro Colon y en el auditorio León de Greiff. Todavía lamento la pérdida de eses "long play", que una de mis hijas le prestó a una amiga y nunca le fue devuelto. lo sentí porque tenia valor sentimental. También hicimos varias giras por distintos pueblos, estudiando el folclor. La mejor investigación la logramos en un festival de bandas en Paipa, porque cada banda llevó lo mejor de su región.

bueno, ya estoy aquí en Buenos Aires. Lo primero que hice fue buscar a mi amigo en el directorio telefónico de Montevideo. No sabía si estaba vivo o muerto porque han pasado mas de veinte años desde cuando cayó la dictadura y él pudo regresar a su país, sin que nunca se hubiera comunicado conmigo, a pesar de la amistad que tuvimos  Tú que has sido mi confidente, sabes que fue algo mas que amistad. Pero eso fue hace mucho tiempo y ya pasó a la historia. Lo encontré  lo llamé y me contesto él mismo, con la mima voz juvenil de hace veinte años. No ocultó la alegría que causó mi llamada. Ya esta pensionado, pero sigue vigente: escribe, es catedrático de la Universiad y trabaja con un grupo de intelectuales en defensa de los derechos humanos. 

Le conté que con el grupo iríamos a Montevideo el viernes siguiente y que le había traído varios discos compactos de la Orquesta Filarmónica, con los mejores conciertos del León de Greiff. Le ofrecí llevárselos a su casa, pero lo declinó de inmediato y me preguntó en donde iba a estar para buscarme. Me di cuenta de que estaba cohibido, inexplicablemente. Le informé que almorzaríamos en el restaurante del puerto y que regresaríamos a Buenos Aires a las 7.

La travesía del Río de la Plata dura dos horas. Es como navegar por el mar en calma. Yo tenia la esperanza de que estuviera en el puerto esperándome  Pero no fue así  Tampoco llegó al restaurante. Reanudamos el "city tour". Subimos al monte que le dio el nombre a ciudad. Es apenas una colina, pero se destaca en medio de la inmensa planicie que es el Cono Sur oriental. Él me había contado que cuando llegaron los conquistadores, al divisar el monte el vigía exclamo: "Monte video", porque hablaban en latín.

Al regreso tuvimos que hacer una larga fila, mientras revisaban nuestros pasaportes. Tampoco llegó. Cuando ya habíamos abordado, me llamaron por el altoparlante para que me presentara en la comisaria del barco. Me asusté al pensar que mi pasaporte pudiera tener algún problema. Un oficial me esperaba. Me entregó un sobre que contenía un libro y me ofreció excusas de parte del Dr. Artigas por no haber podido llegar a tiempo. Lamentó no haberle permitido abordar, porque el barco estaba pronto a zarpar y ya habían retirado el elevador para las sillas de ruedas. Me preguntó si no tenia algo para él. le entregué los discos, con una tarjeta de mi hotel en Buenos Aires. Volví a mi asiento con el corazón oprimido. Abrí el sobre y encontré un libro muy bien editado. En la caratula decía: "Poesía itinerante. Gabriel Artigas". Me conmovió la dedicatoria, que es en sí un lindo poema. Ya te lo mostraré. la foto de la solapa no debe ser reciente, porque se ve tal como yo lo recuerdo.

 Esa noche me llamó al hotel, lamentando que no hubiéramos podido encontrarnos por una serie de inconvenientes que calificó de "desgracia". Le dije que yo también lo sentía porque esa había sido la ultima oportunidad de volver a vernos, dado nuestros años.

Me estoy extendiendo demasiado y apenas alcanzo a arreglarme para llegar a tiempo a "El Señor Tango", en donde se presenta el mejor espectáculo de la ciudad. En cuanto regrese te invitaré con las otras viudas de los primos para contarles todo lo del viaje y mostrarles las fotos y un video que nos tomaron.

Recibe junto con Berta, Clarisa y Lilia un cariñoso abrazo de,


                                                                                                      Mariana     



                 Continuará....

jueves, 20 de diciembre de 2012

LAS VIUDAS DE LOS PRIMOS: Primera entrega

12 de febrero

Hoy nos reunimos nuevamente, esta vez en el apartamento de Lilia para felicitarla por su cumpleaños. Es la mas joven del grupo. El año pasado sus hijos le celebraron los sesenta con una gran fiesta en Villeta, en la finca de uno de ellos. Asistimos nosotras con algunos de nuestros hijos. Todos ellos son muy amigos, porque crecieron juntos. Pero hoy sus profesiones lo han alejado un poco porque viajan frecuentemente según sus compromisos de trabajo, y sus agendas no siempre coinciden.

Como Lilia es la hermana menor de Berta, todas la hemos considerado como nuestra propia hermanita menor. Claro que ya, a estas alturas de la vida, la experiencia y madurez nos han nivelado y ya todas pertenecemos al "Club de las Viudas de los Primos". Las otras socias, ademas de Lilia y Berta, somos Clarisa, Mariana y yo, Lucía.

Ahora ya no tenemos que proteger a Lilia, como cuando estábamos en el colegio  si se raspaba una rodilla, la llevábamos a la enfermería; si alguna compañerita le quitaba las mediasnueves, nosotras le dábamos de las nuestras. Y mas tarde la cuidábamos de los muchachos que podían estar pretendiéndola con no santas intenciones y que, generalmente, eran los mas guapos estudiantes del Gimnasio, con quienes teníamos integración cultural. A pesar de nuestro cuidado, Lilia se casó a escondidas cuando iba en cuarto de bachillerato con Jorge Palacio Diazgranados, el capitán del equipo de básquetbol.

Hoy es Lilia quien nos protege de las malas inversiones y de los galanes otoñales que nos endulzan el oído para proponernos negocios leoninos. Ahora, cuando todas estamos viudas y nuestros hijos son independientes, procuramos vivir y gozar de la mejor manera de esto que los poetas llaman "edad dorada" y los sociólogos "tercera edad".

Cuando llegamos al apartamento de Lilia, nos abrazábamos felices como si hiciera años que no nos veíamos  Lilia fue desempacando los regalos y agradeciéndolos con un beso a cada una. Nos tenia preparado un delicioso almuerzo, porque una de sus aficiones es la culinaria y ella goza preparando platos de su propia inspiración y mejorando las recetas conocidas. Brindamos con un exquisito vino tinto por Lilia, por este año que comienza, por los nietos que se van a graduar y por los que van a nacer y por nosotras, "las viudas de los primos".

Lilia vive ahora en un lindo apartamento con vista al humedal de Córdoba  se ven las copas de arboles añejos y un cielo azul intenso, en esta época del verano sabanero que nos trae días esplendorosos después de madrugadas heladas. Pasan bandadas de oscuras golondrinas, que me recuerdan a Bécquer.

Les repartí las fotos que, como buena aficionada, tomo en todas las ocasiones importantes. Estas corresponden a la semana que pasamos en La Vega, en la finca de los hijos de Berta.

Hasta nos vemos lindas, porque no hay mejor maquillaje que la alegría  Allí gozamos de la naturaleza exuberante  del paisaje y del clima cálido  de los bien sazonados platos de la cuidandera de la finca y, sobre todo, de nuestra mutua compañía  conversábamos, caminábamos por los senderos circundantes, jugábamos a las cartas y escuchábamos nuestros discos favoritos. Fue una semana maravillosa sin periódicos  sin radio y sin televisión.

Al escuchar los románticos boleros, recordamos nuestra juventud cuando conocimos a los primos de Jorge: Los Diazgranados Alzamora, los Pinedo Dávila, los Palacio Vives y los Palacio Diazgranados.

Por las noches, saboreando algún coctelito y acompañadas por la guitarra de Clarisa, cantábamos boleros y rancheras mientras evocábamos la época de fiestas, paseos y vacaciones en las fincas vecinas, cuando comenzaron a surgir las ilusiones y la química entre nosotras y los primos de Jorge.

- Lilia, ¡qué precioso arreglo floral! ¿Quien te lo mando?

- Jorge Luis y Lina. Cuando Jorge vivía  nunca me faltaron sus flores en mi cumpleaños. Desde su muerte, Jorgito asumió la tradición y siempre me manda flores, así de lindas... - Terminó con u suspiro y los ojos encharcados.

- ¿Como te van a festejar tus hijos?

- Iremos a cenar al Tramonti. Me fascina ver las luces de la ciudad desde las alturas.

- ¿Es el restaurante que queda en Monserrate?

- No, Mariana, queda en la vía a La Calera

- Y esas rosas rojas... ¿quien te las envió?

- ¡Ah! Un vecino.

- ¿Un vecino? Cuenta, cuenta ¿quién es?

- Un vecino, solamente. No empiecen a inventar telenovelas. Vio las flores de Jorge Luis en la portería y como los porteros son tan comunicativos, por no decir chismosos, le contó que hoy es mi cumpleaños.

- ¿Saben que Carolina se casa en mayo? - dijo Clarisa que había estado entretenida viendo las fotos y no se había enterado de lo del vecino.

- ¿Se va a casar tu nieta? ¿Ya terminó la carrera?

- ¿Que es lo que estudia Carolina?

- Administración de Empresas, pero ya se graduó.

- ¿Quien es el novio?

- Andrés Casabianca Holguín, un muchacho estupendo. Es economista, con una cantidad de especializaciones. Se conocieron en Planeación Nacional, hace como un año. Les tocó realizare un proyecto en equipo y se entienden divinamente.

- ¿El matrimonio va a ser por la iglesia?

- No. Va a ser por lo civil porque él es divorciado. El único problema es que tiene dos hijos adolescentes  que son terribles.

- Ahora todo el mundo se casa por lo civil. Fue una lastima que no nos hubiera tocado a nosotras porque yo si me habría divorciado - dijo Mariana -No hay nada peor que ser "viuda de vivo".

- ¿Qué quieres decir? - preguntó Lilia.

- Que"viuda de vivo" equivale a "mujer separada" - terció Berta. - Es mil veces mejor ser viuda de verdad. A las viudas todo el mundo las considera: los parientes ayudan, aunque sea con las matriculas de los colegios y las invitan a almorzar los domingos, a cine de vez en cuando y a paseos familiares.

- Así es - continuó Mariana - a mí me salían con el cuento de que ayudarme económicamente era alcahuetear la irresponsabilidad de mi ex. Mi hermano me aconsejaba que lo demandara al Bienestar Familiar.

- ¿Y que me dicen del clásico don Juan de oficina? - Berta volvió a tomar la palabra - Los tenorios presumían que estábamos sufriendo del síndrome de abstención y se nos insinuaban creyéndose irresistibles.

- Pero no todos eran así  También tuvimos amigos desinteresados que nos estimularon y nos ayudaron en el trabajo con su mayor experiencia. Yo recuerdo todavía a alguien muy especial - concluyó Mariana con añoranza, pensando posiblemente en Gabriel Artigas.

-Yo también - intervine- Y lo mejor es que seguimos siendo amigos, después de mas de veinte años.

- Eres afortunada, Lucía. Un amigo como Vicente solamente se encuentra una vez en la vida.

- O nunca - se lamentó Mariana.

- ¿Se ven con frecuencia?

- No tanta como quisiéramos  El viaja mucho porque lo invitan a dictar conferencias en universidades, tiene que revisar las ediciones de sus libros en el el extranjero y las traducciones. Desde la Navidad pasada no nos vemos porque está disfrutando su año sabático en Europa. Pero no deja de enviarme postales de los sitios más interesantes.

- Es difícil sobrellevar la soledad, así tengamos muchos hijos y nietos. Pero hace falta una compañía masculina con quien conversar, escuchar música o salir a tomar un café - dijo Mariana.

- Pero en nuestro medio eso es imposible. Si viviéramos en los Estados Unidos podríamos tener nuestro "boy friend", sin importar la edad  - agregó Berta, tal vez recordando la época en que trabajó en Miami, cuando estaba recién separada y conoció a Bill O' Leary.

- Afortunadamente, ya superamos esa etapa que fue tan difícil pero a la vez tan grata, cuando pudimos trabajar, realizarnos en nuestras profesiones, conocer gente interesante, hacer préstamos, pagar la hipoteca y sacar adelante a nuestros hijos. Ahora ya estamos mas allá del bien y del mal. Disfrutamos de nuestras pensiones, tan bien ganadas; el amor de los hijos nos gratifica con creces; los nietos son nuestro encanto y estamos gozando ¡por fin! de la independencia - concluí filosóficamente.

- Brindemos por nuestra independencia - dijo Lilia sirviendo una nueva ronda de vino.

- Pues nuestra independencia es para gozarla - dijo Mariana - ¿Que han pensado muchachas del plan que les propuse para ir a buenos aires? tenemos plazo hasta el 1 de marzo para inscribirnos. Es una oportunidad magnifica, porque hay grandes descuentos en pasajes y hotel. Hay programas incluidos como la visita a Montevideo navegando por el Mar del Plata, el paseo por el delta del Paraná, "shows" de tangos, noche en el casino flotante, un asado al estilo gaucho en una estancia y mucho más.

- A mí me encantaría - dijo Berta - pero coincide con mi viaje a Miami para presentar la colección de verano.

- Yo no puedo - dijo Clarisa - porque se nos vienen muchos gastos con el matrimonio de Carolina y, ademas, hay que pagar los impuestos.  

La tarde se nos pasó volando. Cuando Berta anunció que se iba porque tenia pico y placa, se inició la desbandada.

- Me voy contigo - dijeron simultáneamente Mariana y Clarisa.

- ¿Te llevo? -me invitó Berta - Hay cupo.

- Te lo agradezco, pero me quedo otro momento, porque Lilia me va a dar su receta de la cazuela de mariscos.

Cuando quedamos solas Lilia y yo, le dije:

- Ahora sí cuéntame lo de tu vecino. ¿Clasifica o no clasifica?

- ¡Uy...! Por supuesto que sí, pero no para mí: es más joven.

- ¿ Qué tan joven? ¿Es de la edad de Jorge Luis?

- No. Es por lo menos diez años mayor que Jorgito, pero también es diez años menor que yo.

- ¿Como lo conociste?

- Me lo presentaron en la pasada asamblea de copropietarios. Acababa de comprar el 701.

- ¿Que hace?

- Es militar retirado y abogado.

- Así que son colegas. ¿Se ven con frecuencia?

- No. A veces nos encontramos en la portería o en el parqueadero. Me dice doctora y me trata de usted.

- Y tu ¿cómo le dices?

- Yo le digo coronel.

- Pues parece que el coronel se interesa en ti.

- Claro que no. Es un vecino, como cualquier otro.

- Pero he descubierto una nueva luz en tu mirada.

- Fantasías tuyas, por tu vocación de escritora.

- ¿Como te llegaron las rosas?

- Él mismo me las trajo esta mañana, Timbró y como el portero no lo había anunciado, pensé que era la empleada. Así que fui a abrir tal como estaba: en bata, con la toalla enrollada en la cabeza y sin maquillaje.

Las dos soltamos la risa.

- Si hubiera sentido algún interés por mí, ya lo habría desechado al verme en tal facha.

- No lo creo. Conservas una piel muy linda y no tienes ni una arruga. Bueno, Lilia, otro día me das la receta y, ahora sí, por favor, llámame un taxi.


Continuará...


viernes, 14 de diciembre de 2012

LAS VIUDAS DE LOS PRIMOS

Esta es la historia de cinco muchachas bogotanas, que se casaron con cinco muchachos samarios, primos entre sí.

Durante la segunda guerra mundial (1939 - 1945) pasaron de la infancia a la adolescencia.

Luego, se produjo un cambio social, pues el encanto de el "american way of life", divulgado por el cine de Hollywood, junto con la coca-cola conquistaron el mundo.

Entonces, se abrió la brecha generacional entre los jóvenes y sus ascendientes, padres y abuelos.

Las mujeres educadas para ser esposas sumisas, amas de casa hacendosas, y madres prolíficas  se abocaron a la necesidad de capacitarse, trabajar y lograr su propia independencia económica.

En este momento, las viudas de los primos están viviendo plenamente su sexta década.

Ya han cumplido su misión de madres con lujo de competencia, porque sus hijos son profesionales idóneos,  tienen sus propios hogares y las colman de cariño y atenciones. 

Todavía son atractivas y llenas de vida. Así las encontramos en el cumpleaños de Lilia.

Esta historia no es comercial. Simplemente, es divertida. Como no contiene sexo ni violencia, seria inútil tratar de conseguir editor. Pero quiero compartirla porqué disfruté escribiéndola, aunque también suspiré muchas veces.

Quiero compartirla con los eventuales lectores de mi blog, así sea por entregas como los folletines del siglo XIX.



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miércoles, 5 de diciembre de 2012

NAVIDAD DE ANTAÑO

Ya llega la Navidad.
la familia se ha reunido
en torno a los abuelitos.

¡Mira qué felicidad!
-A qué quieren que juguemos?-
pregunta al nieto mayor.
-Hagamos una función, -
que así nos divertiremos.

Y sacan de los baúles
pantalones, viejos trajes,
sombreros, cintas y tules
para hacerse los disfraces.

Traen guitarras, cascabeles,
pitos, flautas y tambores;
se reparten los papeles
y llaman a los mayores.


Es Caperucita Roja
la principal atracción;
el público se emociona 
al ver al lobo feroz.

La dulce y tierna abuelita
luce peluca y peineta;
la representa una niña 
que es muy bonita y coqueta.

Hansel y Gretel también
aparecen en escena.
¡Que bien hacen su papel
Carlitos y María Helena!

La casa de caramelo
parece ser de verdad;
la bruja infunde tal miedo, 
que dan ganas de llorar.

Viene la escena final 
en el portal de Belén;
todos quieren alcanzar
el éxito en su papel.

Al niño Dios, a María,
a José y a los pastores
presentan con alegría
todos los niños actores.

Luego pasan a la mesa, 
pues ya tienen apetito;
se sirve la rica cena
que bendice el abuelito.

Villancicos y canciones
alegran la Navidad
y expresan las emociones
de la vida familiar.

MARíA LUZ ARRIETA









jueves, 29 de noviembre de 2012

LA FUERZA DEL MESTIZAJE

La fuerza del mestizaje o El cacique de Turmequé, recrea la vida de don Diego de Torres el cacique de Turmequé: hijo de princesa chibcha y de conquistador español, constituye el símbolo de un noble mestizaje. El historiador boyacense Ulises Rojas lo rescató para la posteridad, mediante sus investigaciones en el Archivo General de Indias, en Sevilla. Nos lo presenta como el verdadero Precursor de la Independencia en El cacique de Turmequé y su época, obra de gran erudición y rica en documentos históricos  Esta novela se ha basado en la obra de Ulises Rojas y en otras fuentes para contar en estilo ágil y ameno la historia de este valiente mestizo, cuyo destino supera la ficción de una novela de aventuras.









miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL FINAL DE LOS DIOSES CHIBCHAS.

Relata los incidentes del viaje emprendido por el gobernador de Santa Marta y un grupo de colonizadores españoles  que incluye misioneros y mujeres, con destino al Nuevo Reino de Granada. 

Estos personajes y otros que vienen de "El ultimo cacique de la sabana", viven el momento histórico en que se enfrentan la cultura chibcha y la hispánica. Los intentos de rebelión fracasan, los santuarios son destruidos y los ídolos de oro fundidos en lingotes. Pero el amor, la esperanza y los anhelos de libertad siguen vigentes.












Bogotá, Maria Luz Arrieta. D.R.A.

jueves, 22 de noviembre de 2012

La saga de los chibchas.


En las páginas de mis novelas históricas descubro el legendario mundo prehispánico en la región que ocupa hoy Colombia.

En la cordillera oriental desde el altiplano cundiboyacense hasta la Guajira, habitaron los chibchas. Mal llamados hoy los muiscas, que es una degeneración de la palabra moscas, con que despectivamente los conquistadores españoles se referían a las multitudes indígenas. Es frecuente en la evolución de la lengua española que la letra o se diptongue en ui.

En la costa caribe y en los valles del Cauca y el Magdalena habitaron los caribes, nómadas sin arraigo que asaltaban los poblados chibchas para robar el oro, los textiles, la sal, las cosechas de maíz y, lo que era peor, las mujeres y los niños.

La saga está compuesta por tres novelas:
  • -          El último cacique de la sabana.
  • -          El final de los dioses chibchas.
  • -          La fuerza del mestizaje o El cacique de turmequé.



El ultimo cacique de la sabana.

Nos conduce a la cotidianidad del pueblo chibcha, a sus labores, a sus fiestas religiosas y a sus eventos deportivos.

Su civilización se vio destruida con la irrupción de la sangrienta conquista española.

Los personajes históricos y otros posibles, creados dentro de los cánones de la antropología, vivieron el heroísmo y la humillación, el amor y el dolor, la tortura, el despojo y la servidumbre, en una epopeya que nos permite comprender la grandeza de nuestros ancestros aborígenes.






Bogotá, PANAMERICANA EDITORIAL, derechos reservados.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

La estatua decapitada.


Cuando empecé a organizar mis recuerdos sobre el palacio de justicia, quise puntualizar algunos nombres y episodios que hubieran podido escapar de mi memoria.

Entonces me dirigí al nuevo palacio de justicia “Alfonso reyes Echandia”. Lo pisaba por primera vez. Me pareció inmenso y solemne, aunque frio y poco acogedor.

El gran patio ocupa casi el mismo sitio que ocupó el patio central del edificio que había sido inaugurado en 1978 y reducido a cenizas en 1985. En aquel histórico patio, por el que circulé tantas veces, ya no campeaba la estatua del prócer boyacense José Ignacio de Márquez. Prócer emblemático de la justicia, en cuyo nombre se otorga la mas alta condecoración a que puede aspirar jurista alguno.

La estatua de bronce que fue testigo mudo del holocausto que decapitó a la justicia con el asesinato de once magistrados de la corte suprema de justicia y mas de cien ciudadanos entre empleados, visitantes soldados y guerrilleros.

Me impresionó penosamente ver el gran patio con una elegante plataforma en la cual no estaba la estatua de José Ignacio de Márquez.

Indagué por ella infructuosamente: ni el director de la biblioteca Javier Naranjo ni la secretaria de presidencia Stela rojas ni los empleados en general, tenía noticias de la escultura. Era lógico: en veinte años la nomina se había renovado totalmente y el nuevo personal no había conocido el antiguo palacio ni la estatua.

Proseguí mi investigación consultando el archivo de prensa que yo misma había elaborado.

Cuando se presentó en el museo nacional la exposición de los guerreros chinos de terracota, fui a visitarla. Al salir por el patio que da a la calle 28, vi con gran sorpresa la estatua de José Ignacio de Márquez. Estaba decapitada, pero la reconocí por los pliegues de la toga y el libro en la mano.
Los directivos del museo me informaron que les había sido donada por el consejo superior de la judicatura en 1998, justamente cuando se inauguró el nuevo palacio Alfonso Reyes Echandia y fue ocupado por las altas cortes.

El consejo de la judicatura la había tenido en una bodega, como un objeto inútil y estorboso.

El museo la recibió ya decapitada. No se como pudo perder la cabeza. En todo caso, no fue por las bombas ni los cañonazos que estallaban durante el combate, porque en un documental de Ramón Jimeno aparece intacta en el patio, en medio de los escombros.

Publiqué el libro” entre la barbarie y la justicia” a finales de 2007. En la caratula aparece la estatua decapitada para constatar que, igualmente, la justicia quedo decapitada con el asesinato de 11 magistrados de la corte suprema de justicia y que la estatua debía ser instalada en el palacio de justicia, como un recordatorio del holocausto y un mensaje de “nunca jamás”.

Hablé con varios magistrados y les obsequie sendos ejemplares de mi libro. Me ofrecieron tratar el tema en la sala de gobierno. Envié notas a la prensa, divulgué la idea entre amigos y conocidos, Pero pasaba el tiempo sin ningún resultado.

En abril de 2010, cuando se iban a cumplir los 25 años, me presenté ante el entonces presidente de la corte, doctor Jaime Arrubla Paucar.

Me recibió muy amablemente, y le entregué una carta que leyó atentamente. Me dijo que presentaría la iniciativa a la sala de gobierno y me responderían. Pero pasaban los meses y no recibía respuesta.

Posteriormente conversé con el periodista Jorge Cardona sobre la estatua decapitada. Él había leído mi libro y me había expresado su concepto, muy gratificante, especialmente por provenir de un periodista y catedrático tan respetado.

El lunes 30 de agosto de 2010 publicó en página judicial del espectador, una excelente crónica titulada LA EFIGIE QUE PERSIGUE A LA JUSTICIA. En ella expone que la estatua presenció la destrucción de dos palacios de justicia en 1948 y en 1985, y que quienes reconocen su valor histórico opinan que debe regresar a la sede de las cortes.

Esta crónica motivó a los magistrados de la corte para acelerar las diligencias por su recuperación.

La directora del museo nacional, doña Marcela Lleras se negó a devolverla con el argumento válido de que es una pieza de museo que pertenece a todos los colombianos.

La opción fue ordenar una replica de la estatua gemela que se encuentra en Ramiriquí.

El viernes 4 de noviembre de 2010 se conmemoró el vigésimo quinto aniversario del holocausto en un acto solemne en la sede de la corte suprema de justicia, durante el cual se develó la estatua del prócer. El doctor Arrubla me hizo el honor de llamarme para colaborar en el retiro del velo, junto con varias funcionarias de la corte.

Meses después visité de nuevo el palacio, con la esperanza de ver la polémica estatua presidiendo desde la plataforma de mármol el inmenso patio.

¡Que desilusión! La plataforma continuaba vacía. Pregunté el motivo y me respondieron textualmente: “porque el consejo superior de la judicatura se opone, pues quiere instalar ahí una estatua de Santander”.

No podía dar crédito a mis oídos, pero me había informado una persona autorizada. ¿Con qué derecho el citado consejo, que no es superior ni a las cortes ni al consejo de estado, controvierte una determinación de la corte suprema de justicia?

Tuvo doce años para haber instalado la estatua de Santander desde 1998 hasta 2010. Pero solo se le ocurrió cuando vio que el sitio de honor iba a ser ocupado por el prócer emblemático de la corte suprema de justicia.

Hablé nuevamente con Jorge Cardona, Quien me ha ayudado mucho en la divulgación de mi libro y en mi campaña en pro de la recuperación de la estatua.

Tuve la satisfacción de leer en El Espectador del 20 de julio de 2011, una magnifica crónica, muy bien documentada y plena de fino humor, escrita por uno de sus colaboradores, el periodista Juan Sebastián Jiménez.

El solo titulo resume la historia: “Una pelea de casi 200 años”. Dice que Santander y Márquez, hoy convertidos en estatuas se siguen enfrentando como lo hacían por motivos políticos y de faldas, pues no en vano los dos estaban enamorados de Nicolasa Ibáñez.

De todos modos, hay suficiente espacio para las dos estatuas.

La de Santander quedaría muy bien ubicada delante de la fachada, bajo su famoso lema: “Colombianos, si las armas os dieron la independencia, las leyes os darán la libertad”. Además, quedaría enfrentada a la de Bolívar, con un gran significado histórico y político.



Entre la barbarie y la justicia: Capitulo XIII "Una anécdota curiosa".


Capítulo XIII
Una anécdota curiosa


Mi nombramiento como Bibliotecaria de la Corte Suprema de Justicia, se debió en parte a un hecho acaecido muchos años atrás: el conflicto con el Perú.

Mi padre, Julio Arrieta Andrade, un personaje inolvidable, era médico cirujano. En aquel tiempo la medicina era un verdadero apostolado que exigía a los profesionales un sexto sentido que se conocía como el ojo clínico, pues la ciencia no contaba con los elementos técnicos que ayudan hoy al diagnóstico.
Cuando se declaró la guerra con el Perú, su patriotismo lo llevó a alistarse en el Ejército. Su primera misión fue en la Base Aérea de Palanquero, el puerto sobre el río Magdalena, en donde nació la aviación militar. Pilotos alemanes cesantes tras el fin de la Primera Guerra Mundial, instruían a los aviadores colombianos. Eran héroes que cruzaban las montañas sin más ayuda que la brújula y una copa de aceite para medir el nivel del aparato y compararlo con el horizonte.
En Palanquero, la tropa y los oficiales se enfermaban de paludismo. Mi padre instó al Comandante para que ordenara desecar los pantanos que constituían el foco de reproducción del anofeles, y a los pacientes los trató con quinina.
Cumplida esta misión fue nombrado Director del hospital de Potosí, sobre el río Orteguaza, más abajo de Florencia, fundado expresamente para atender a las víctimas del conflicto armado. No había pistas de aterrizaje en la selva, pero sí ríos caudalosos propicios para el acuatizaje.
Potosí era un paraíso en medio de la selva. El clima era benigno, aunque cálido; no había plagas, ni indios salvajes, ni peces carnívoros como se especulaba; los huitotos y los coreguajes eran amistosos; el río ofrecía un baño delicioso con su lecho de arena suave y sus aguas mansas. 
No llegaron muchos heridos de bala en el combate, pero sí muchos enfermos de paludismo, beriberi y demás enfermedades tropicales. La mala alimentación en campaña, sin frutas ni legumbres, les bajaba las defensas. Según contó el coronel Herbert Boy en su libro “Una historia con alas”, el almuerzo consistía en fríjoles con arroz y la cena, para variar, en arroz con fríjoles”.
Mi padre se dedicó a cultivar una huerta con tomates, berenjenas, zanahorias y otras legumbres; organizó un gallinero y una cría de cerdos; colonos cercanos mataban reses y surtían el hospital con excelente carne; el río ofrecía abundante pesca; los aviones militares transportaban medicamentos y mercados; los indios llevaban frutas para canjearlas por otros alimentos, en especial unas piñas blancas muy dulces.
Pronto se tuvo noticia en Bogotá de los atractivos de Potosí, y fue llamado el “Hotel Granada del Sur. Cuando se supo que el doctor Arrieta había llevado a su propia familia, los aviadores y los oficiales comenzaron a llevar a sus esposas e hijos, a pasar temporadas.
Un buen día llegaron en una lancha unos visitantes muy distinguidos: la esposa del Intendente del Caquetá con un grupo de amigas y un niño de unos doce años. No llevaban más escolta que el maquinista de la lancha. Habían salido de paseo río abajo, con la intención de regresa a Florencia el mismo día; no llevaban equipaje alguno sino solamente los vestidos de baño.
A los visitantes les gustó tanto ese paraíso selvático y fueron tan bien atendidos por mis padres, que decidieron quedarse varios días. Y su estadía se habría prolongado aún más, de no haber sido por un telegrama urgente que el Intendente le envió a mi padre y que decía escuetamente: Atájelas.
A mis tres años se me grabó el nombre del niño, Chepito Esguerra, porque mamá lo nombraba con frecuencia cuando se lo ponía como ejemplo a mi hermano Alberto, por su educación y sus buenos modales. –“¿Señora Marujita, se podrá repetir? –preguntaba comedidamente cuando alguno de los alimentos era de su especial agrado.
Como pude comprobar cuarenta y cuatro años más tarde, el niño de entonces había atesorado recuerdos imborrables de la aventura vivida en el corazón de la selva, cuando se bañaba en ese inmenso río en el que se podía jugar en la orilla, pero que sólo los nadadores expertos se atrevían a cruzar; cuando en compañía de un grupo de cazadores, oficiales y soldados, abriendo trocha con machetes, lograban un chigüiro de carne deliciosa o cuando pacientemente esperaban a que picara algún bagre para la cena. Tampoco había olvidado a los indios que en rudimentario castellano definían así su filosofía de la vida: “Canoa teniendo, mujer teniendo y harta chaquira teniendo... ¡qué más queriendo!”.
Cuando supe que la Bibliotecaria de la Corte Suprema de Justicia se iba a pensionar, me presenté en el Alto Tribunal con una carta de mi amigo el abogado Eduardo Santa para su colega José Eduardo Gnecco Correa, Magistrado de la Sala Laboral, y le hablé de mi aspiración a ocupar tan honroso cargo.
El doctor Gnecco me atendió amablemente y me condujo al Despacho del Presidente. Su   nombre impreso bajo la placa de bronce que decía “Presidencia”, me intimidó no poco: José María Esguerra Samper.
El Presidente acogió mi solicitud con benevolencia y me pidió que llevara la hoja de vida . Al salir del Despacho, el doctor Gnecco se despidió familiarmente con un “Adiós, Chepe”. Y se me hizo la luz: el Presidente de la Corte Suprema de Justicia ¡era Chepito Esguerra!
Mi padre había sido un gran aficionado a la fotografía. Con una cámara Kodak de fuelle, había capturado imágenes de los lugares exóticos e interesantes a donde le llevó su trasegar como médico militar. Naturalmente, no podían faltar las fotografías de Potosí que yo había visto muchas veces en el album familiar.
Al llegar a mi casa las busqué y las hallé fácilmente. Mi padre las ordenaba cronológicamente y les escribía el año en una esquina. Ëstas estaban fechadas en 1935. Se veía el grupo de las señoras exploradoras en traje de baño, al lado de la lancha, con el paisaje selvático al fondo. Al lado de ellas, Chepito Esguerra como su edecán. En algunas aparecía yo, a mis tres años, con una gran corrosca que me protegía del sol.
Volví a la Corte llevando mi hoja de vida y, también, las fotografías. Cuando el doctor José María Esguerra Samper las vio, se emocionó y comenzó a identificar a las señoras, comenzando por su tía doña Saturia Samper. Luego preguntó por mí y le enseñé la niña con corrosca. –¿Y su papá en dónde está? –Él tomó las fotos. –¿Dónde puedo conseguirlas? –Son suyas, doctor.
El hecho de haber despertado las simpatías del Presidente con los recuerdos de Potosí, no era suficiente para que considerara mi solicitud. Pero, modestia aparte, mi currículo era excelente y cumplía con todos los requisitos de la recién promulgada Ley de Bibliotecología. Aunque mi título universitario no es en Bibliotecología sino en Filosofía y Letras, ya había trabajado más de tres años en bibliotecas oficiales, como Jefe de las bibliotecas públicas de Colcultura y como Subdirectora de la Biblioteca Nacional.
Todos los nombramientos de la Corte Suprema de Justicia debían ser aprobados por la Sala Plena. El doctor Esguerra y el doctor Gnecco planearon mi campaña electoral: cada uno hablaría con los Magistrados más amigos. El doctor Esguerra me contó con su fino humor, que había preguntado a sus colegas si querían ver una foto en la que estábamos los dos; ellos aceptaban suponiendo que sería reciente, tomada en algún evento social o académico y sentían curiosidad por conocer el aspecto de la aspirante a Bibliotecaria. Pero yo tapo la fecha con el dedo –me decía– porque la perjudica.
En la Sala Plena fui elegida por una votación de veintitrés contra uno. Los Magistrados Esguerra y Gnecco se preguntaban quién sería el que votó en contra. “Debió ser Gustavo Gómez Velásquez –dijo el doctor Gnecco– porque siempre me lleva la contraria”. Pero no lo he creído, porque él siempre fue muy deferente conmigo.
En 1984, el doctor José María Esguerra Samper se retiró de la Corte Suprema de Justicia. El doctor José Eduardo Gnecco Correa fue una de las víctimas del Holocausto, porque ese era su destino. Había salido del Palacio para dictar su cátedra de Derecho Laboral en la Universidad de El Rosario, pero se devolvió porque había olvidado el Código. La secretaria de un Magistrado vecino a su Despacho se sorprendió al verlo de regreso y le preguntó el motivo. “Y usted para qué quiere el Código –bromeó ella– si se lo sabe de memoria?”
En su despacho lo estaba esperando un vendedor de libros, quien lo entretuvo unos pocos minutos, pero fueron los suficientes para que entrara el M-19.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Entre la barbarie y la justicia: Capitulo VI "La tragedia del cuarto piso".



Capítulo VI
La tragedia del cuarto piso



El incendio frustró los planes del M-19 de establecer un pleno y total dominio del cuarto piso con los rehenes fundamentales, es decir los Magistrados, y por eso se vieron obligados al desplazamiento de uno a otro baño, llevando consigo a los civiles que ya tenían en su poder.

Iniciado el asalto a las 11:40 de la mañana del miércoles 6, los jefes subversivos situaron estratégicamente a sus combatientes en el primer piso. Una vez tomado, el siguiente propósito de los guerrilleros había sido ocupar piso por piso hasta llegar al cuarto, en donde esperaban aprehender al Presidente Alfonso Reyes Echandía y a otros Magistrados en calidad de rehenes fundamentales, con el fin de presionar a la Corte para que sometiera a juicio al Presidente de la República, Belisario Betancur, por lo que consideraban el incumplimiento a los acuerdos de paz celebrados recientemente con el M-19. 

En las escaleras al cuarto piso fueron repelidos por don Gonzalo Viracachá y varios escoltas de los Magistrados. Pero las fuerzas eran muy desiguales y los escoltas tuvieron que replegarse. Los asaltantes siguieron avanzando. 

Se ignora en qué forma irrumpieron el comandante Luis Francisco Otero Cifuentes y sus hombres a la Sala Penal, en donde se encontraba el Presidente de la Corte, y los términos en que le comunicaron su aprehensión. Siguieron recorriendo el cuarto piso, capturando a los Magistrados que encontraron y concentrándolos en el mismo lugar. 
Esto lo confirmó el mismo Presidente Alfonso Reyes Echandía en conversación telefónica con el General Víctor Delgado Mallarino, al informarle que se hallaba en compañía de ocho Magistrados, aunque sin citar sus nombres. (20) Ellos eran: Fabio Calderón Botero, Pedro Elías Serrano Abadía y Darío Velásquez Gaviria, los tres de la Sala Penal; Carlos Medellín Forero, Ricardo Medina Moyano, y Alfonso Patiño Roselli, de la Sala Constitucional; José Eduardo Gnecco Correa y Fanny González Franco, de la Sala Laboral. Los demás Magistrados que tenían sus despachos en el cuarto piso, tuvieron la suerte de encontrarse ausentes en esos momentos.

En el cuarto piso se encontraban las siguientes dependencias de la Corte Suprema de Justicia: en el ángulo de la carrera séptima y la Plaza de Bolívar estaba la Sala Plena; sobre la carrera séptima estaban los despachos de los Magistrados de las Salas Constitucional y Penal; sobre la calle 12, los despachos de los Magistrados de la Sala Laboral. Los Magistrados de la Sala Civil tenían sus oficinas en el tercer piso.
El Presidente de la Corte Alfonso Reyes Echandía trataba de comunicarse inútilmente con el Presidente de la República, Belisario Betancur. Por medio de la cadena radial Todelar, que logró contacto telefónico con él, insistía en su demanda: “Por favor, que nos ayuden, que cese el fuego. La situación es dramática. Estamos rodeados aquí de personal del M-19. Por favor, que cese el fuego inmediatamente. Divulgue esto ante la opinión pública, esto es de vida o muerte”. (21)
 
El doctor Álvaro Villegas Moreno, Presidente del Congreso, desde su oficina en el Capitolio Nacional estuvo atento al desenvolvimiento de los hechos. En varias oportunidades sostuvo conversaciones telefónicas con el Presidente de la Corte, quien le solicitó insistentemente su mediación ante el Presidente de la República, para que ordenara el alto al fuego, con el fin de dialogar. Uno de los guerrilleros pasó al teléfono y le notificó: dígale al señor Presidente que si siguen disparando vamos a volar el Palacio de Justicia, tenemos en el sótano dinamita suficiente para hacerlo y que nos morimos todos, pero dígaselo urgentemente.
El doctor Álvaro Villegas Moreno declaró al Tribunal de Instrucción: Transmití de nuevo al señor Presidente los mensajes recibidos y le dije que el doctor Reyes estaba esperando su llamada, el señor Presidente me dijo que al parecer el teléfono estaba desconectado, porque allí no contestaban. Yo le aclaré que no podía ser cierto porque yo acababa de colgar el teléfono y de hablar con el doctor Reyes; notificaba que los iban a matar a todos. El señor Presidente me dijo: “quiero contarle a usted solamente que yo no voy a negociar, que he tomado esta decisión y la he consultado con los señores expresidentes“. (22) En el momento del asalto, estaba reunida la Sala Constitucional, con sus cuatro integrantes:    los Magistrados Alfonso Patiño Roselli, Manuel Gaona Cruz, Carlos Medellín Forero y Ricardo Medina Moyano, acompañados por el secretario de la Sala, doctor Ricardo Correal Murillo. En los despachos se encontraban sus respectivas auxiliares Lyda Mondol de Palacios, Ruth Zuluaga de Correa y Rosalba Romero Díaz. En la oficina del doctor Medina Moyano, por el reciente retiro de su auxiliar, se encontraba el citador Héctor Darío Correa Tamayo, estudiante de Derecho.
En los despachos de la Sala Laboral se encontraban la Magistrada Fanny González Franco, en compañía de su auxiliar Cecilia Concha Arboleda y el Magistrado Auxiliar Jorge Alberto Echeverri Correa; el Magistrado José Eduardo Gnecco Correa con su secretario Hermógenes Cortés Omelín, y el Magistrado Nemesio Camacho Rodríguez con su auxiliar Ana Lucía Bermúdez de Sánchez. 
A esa hora laboraban en sus despachos los Magistrados de la Sala Penal Fabio Calderón Botero, Alfonso Reyes Echandía, Pedro Elías Serrano Abadía y Darío Velásquez Gaviria; los Magistrados Auxiliares Emiro Sandoval Huertas y Julio César Andrade Andrade; con las auxiliares María Janeth Rozo Rojas, Isabel Méndez de Herrera, María Teresa Muñoz de Jiménez, María Cristina Herrera Obando, Beatriz Moscoso de Cediel, Libia Rincón Mora y Nury de Soto de Piedrahita.
Durante toda la tarde, el Presidente Reyes Echandía pidió reiteradamente el alto al fuego. La última comunicación telefónica con él, la tuvo el Presidente del Senado a las 7:15 de la noche. A partir de esa hora, no hubo más diálogos telefónicos con el doctor Alfonso Reyes, pero en el interior del Palacio se escuchaban sus súplicas: por favor, no  disparen, somos rehenes, les habla el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, tenemos heridos, necesitamos a la Cruz Roja..., hay dos señoras embarazadas que necesitan atención médica... Estas súplicas, declaró el Consejero de Estado Jorge Valencia Arango, las escuché hasta cuando abandoné el Palacio de Justicia a las 11:30 del miércoles 6 de noviembre de 1985. (23)

El Presidente repetía su clamor con breves intervalos, y cada vez le respondían con descargas de ametralladoras, rockets y toda clase de armas. El fuego se desató con mayor intensidad en el ala oriental del cuarto piso, impidiendo la salida de todas las personas que se encontraban en ese sector. Desgraciadamente, los ruegos del Presidente, como prueba de vida, no se escucharon más. Con él murieron los ocho Magistrados que lo acompañaban y los demás rehenes. La misma suerte corrieron el comandante Otero y sus hombres. El fuego borró todas las evidencias. 
Los Magistrados de Instrucción Jaime Serrano Rueda y Carlos Upegui Zapata, concluyen así este fatal desenlace: “Los autores de este informe no se aventuran a señalar las verdaderas causas de la muerte de los rehenes y guerrilleros. No se sabe quiénes alcanzaron a morir antes del fuego ni qué pudo haber originado su muerte, pues, no escapó una sola persona de ese piso que pueda ofrecer alguna versión y en el proceso tampoco aparecen referencias de testigos que hayan podido observar a distancia, el desenvolvimiento de los hechos o haber escuchado gritos de auxilio, lamentos y otras exclamaciones en algún sentido. Sobre el particular, como es de rigor, debemos atenernos al dictamen de los médicos legistas y en los correspondientes protocolos de autopsia”. (24) 
   



martes, 23 de octubre de 2012

Razones para escribir "Entre la barbarie y la justicia".


Razones para escribir Entre la barbarie y la justicia.

Cuando se apagaron las últimas llamas del incendio del Palacio de Justicia, los sobrevivientes fuimos citados a la Casa de la moneda, a pocas cuadras de la plaza de Bolívar.

El encuentro fue emotivo: a la alegría de encontrarnos con los compañeros, se mezclaba el dolor por la muerte de los que no llegaron.

Pero la vida sigue adelante. Era necesario albergar en alguna parte a la corte Suprema de
Justicia y al consejo de Estado, reconstruir los procesos perdidos, completar la nómina de los Magistrados y crear una nueva biblioteca.

La prensa y los demás medios de comunicación se ocuparon por algún tiempo de la gran tragedia de la Justicia. Pero los acontecimientos de nuestra historia se suceden tan vertiginosamente, que los medios no alcanzan a dar seguimiento a los hechos cumplidos por cubrir los nuevos.

En una semana se produjo el hecho trágico de la desaparición de Armero, por la avalancha del rio lagunilla causada por la erupción del volcán nevado del Ruiz. Luego, la era del terror desatada por Pablo Escobar; el paramilitarismo, la guerrilla, el narcotráfico y los secuestros; los asesinatos selectivos por manos de sicarios como los de el Magistrado Hernando Baquero Borda, Enrique Low Murtra, Guillermo Cano, Jaime Garzón, Luis Carlos Galán Sarmiento, Álvaro Gómez Hurtado, Eduardo Umaña Mendoza y otros tantos periodistas y defensores de derechos humanos.

Así, lo del palacio de Justicia fue quedando en el olvido. Al cumplirse un año, el 6 de noviembre de 1986, busqué inútilmente en los periódicos algún homenaje a los Magistrados sacrificados o alguna noticia sobre las investigaciones en curso. Pero solamente encontré en El Espectador una caricatura, en la que aparecen dos individuos: “Hoy hace un año del palacio de Justicia” dice el primero, a lo que responde el otro: “¿Cuál Palacio, cuál Justicia?”.

En los años que siguieron, me dediqué a reconstruir la biblioteca solicitando donaciones, clasificando y catalogando libros, atendiendo las consultas de los Magistrados y de otras entidades como el Consejo Superior de la Judicatura y la Corte Constitucional, las cuales por su reciente creación, todavía no tenían bibliotecas organizadas.

A pesar de las malas noticias, fue una época de paz interior, durante la cual disfrutaba inmensamente de mi familia. Mis seis hijos fueron creciendo y progresando en el ejercicio de sus profesiones. Han fundado sus propios hogares y me han dado once nietos que me llenan de orgullo y felicidad.

Los hechos del Palacio de Justicia solamente los recordaba para dar gracias a Dios por mi “segunda oportunidad”.

Oportunidad que aproveché para completar la saga de los chibchas, que consta de tres novelas históricas: “El ultimo cacique de la sabana”, “El final de los dioses chibchas” y “La fuerza del mestizaje o El cacique de turmequé”.

Al aproximarse el vigésimo aniversario de la tragedia del Palacio de Justicia, se empezó a descorrer el velo que había tratado de ocultar la verdad sobre tan doloroso episodio en la historia de Colombia y, especialmente, en la historia de la Justicia.

Los partidos políticos habían celebrado un “pacto de caballeros”, para que la opinión pública no se enterara de la verdad de los hechos.

Cuando se posesionó como fiscal general de la nación el doctor Mario Iguarán, los medios de comunicación abrieron espacios para debatir el tema del asalto del M-19 al Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985, y de la consecuente retoma por parte de las Fuerzas Armadas, con un exceso de beligerancia que convirtió la sede de la Justicia en un campo de batalla.

En las Universidades y Academias, así como en los círculos sociales se tomó conciencia de lo ocurrido veinte años atrás.

Mis amigos me instaron a escribir lo que les había contado en visitas y tertulias, sobre mi experiencia como sobreviviente de la tragedia. Especialmente, mi inolvidable amiga la historiadora Carmen Ortega Ricaurte. Habíamos sido condiscípulas en el colegio Alvernia y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional. Siempre la consideré mi mentora y consejera. En una reunión en su casa, me dijo cariñosamente: “Siéntate a escribir, y es una orden”. Su amable orden fue para mí un estimulo, que no pude desconocer.