jueves, 6 de marzo de 2014

¿LA UNIÓN DE LOS PAÍSES LATINOAMERICANOS ES ACASO UNA UTOPÍA?

Sería importante ante todo hacer una revisión de las historias nacionales, para encontrar las causas comunes de la actual problemática, que no puede atribuirse íntegramente a la juventud de los países, porque en esta era del apogeo de las comunicaciones se ha acelerado el proceso de madurez, tanto en los seres humanos como en las sociedades. Hoy los discípulos superan a los maestros, y sin embargo estos países que comenzaron su desarrollo bajo la tutela de los europeos no han logrado ni lograrán en mucho tiempo alcanzar su nivel industrial, técnico, científico o cultural. El fenómeno del boom literario esta sujeto a revisión. Las obras literarias que constituyeron éxitos de librería, podrían no tener el valor intrínseco de las obras de Dostoievski, Victor Hugo o Shakespeare, aunque han conducido a Garcia Marquez y Vargas Llosa a obtener respectivamente el premio Nobel de literatura.

Hecha la revisión de las historias nacionales por un equipo competente de investigadores coordinados por las respectivas Academias de Historia Nacionales, estas presentarían su informe con conclusiones y recomendaciones a un Congreso Latinoamericano de profesionales de las disciplinas humanísticas (antropólogos, sociólogos, legisladores, historiadores y filósofos en general). Economistas, planificadores y futurólogos, quienes elaborarían el proyecto de acuerdo para la realización práctica de la unidad latinoamericana, proyecto que sería convertido en Ley para cada una de las naciones. Estas, organizadas como Unión de Estados Federales de América Latina, tendrían un Centro de Coordinación con sede elegida de común acuerdo y formarían un bloque de opinión en la Organización de Naciones Unidas y demás entidades de carácter internacional. Se prestarían apoyo mutuamente para que en cada una de ellas rigiera un gobierno democrático, libremente nombrado por los electores de la subregión, y participante en el gobierno continental. Este propendería por el desarrollo integral del continente, adoptando los sistemas y medidas adecuadas a la población latinoamericana, de acuerdo a sus realidades antropológicas, sociales e históricas, con una filosofía propia, libre del intervencionismo foráneo de cualquier procedencia.

El estudio de la historia patria según la metodología tradicional se limitaba a exponer los antecedentes de la independencia a través de los tres siglos de la Colonia: los hechos heroicos de la gesta emancipadora y los sucesos relevantes de la vida independiente. Su objetivo consistía en convertir a los ciudadanos en patriotas con un alto sentido del honor y un espíritu de sacrificio dispuesto a cualquier prueba. Los protagonistas fueron los militares y políticos: sus herramientas, los fusiles y las leyes. La conciencia de los futuros patriotas se iba formando con base en la emotividad y no en la reflexión. Se creó el concepto de nación como una entelequia cuyos signos sensibles, el himno, el escudo, y la bandera, despertaban todas las gamas de la emoción patriótica. se impuso la mitología de los próceres, los gobernantes y los santos sin interpretar los hechos históricos desde el punto de vista de la sociología, sin estudiar la realidad étnica y antropológica del pueblo americano, la economía de cada grupo humano, sus costumbres, sus hábitos alimentarios, su organización familiar, sus creencias religiosas, etc.

Mientras a la historia tradicional le interesaba mantener la "integridad del carácter nacional", la nueva metodología parte del supuesto de las diferencias regionales e insiste en la elaboración de monografías para conseguir una síntesis coherente. 

Es la misma población mestiza que ha estado sometida a idéntico proceso evolutivo, y que ha sido afectada por la misma colonización y los mismos factores exógenos, que en cada región se han absorbido de acuerdo a sus circunstancias telúricas. Y es cada vez más evidente a nivel continental, que las líneas divisorias imaginarias se van borrando en la realidad por influjo del internacionalismo proletario del marxismo, doctrina que anuncia y propaga la narrativa hispanoamericana actual.

La conquista y la colonización de América fueron realizadas principalmente por las tres grandes naciones europeas que dominaban por entonces los mares y el comercio: Inglaterra, Portugal y España. Ellas marcaron su huella en los territorios conquistados y determinaron sus futuros destinos.

Las diferencias características entre los anglosajones y los íberos, así como los móviles que tuvieron para lanzarse a tan magna empresa, dieron por resultado la formación de dos mundos diferentes en el Nuevo Continente: los Estados Unidos de Norte América y los países latinoamericanos.

La conquista inglesa fue realizada por fanáticos que huían de las persecuciones religiosas. No buscaban la aventura ni la riqueza. Viajaron con sus familias y sus bienes en busca de un lugar donde vivir y establecer libremente una organización política, social y económica en armonía con sus creencias religiosas. Hallaron un vasto territorio habitado por seres extraños, inermes y semidesnudos. La matanza de los aborígenes se hizo sin tregua, para comenzar sobre el terreno libre la construcción de la nueva patria. Todos los colonos estaban en pie de igualdad: no había vencedores ni vencidos. Celebraron un pacto social y continuaron viviendo fieles a sus costumbres, sus métodos de trabajo y sus leyes ancestrales. Extendieron la colonización del Océano Atlántico al Pacífico aniquilando a su paso a los indígenas. Así fue el origen de los Estados Unidos de Norte América con su sistema político igualitario, su organización de empresa privada y su unidad racial.


La conquista española fue bien distinta. La península ibérica había quedado exhausta tras la reconquista. Esta había sido a la vez guerra de independencia y guerra religiosa. La expulsión de los moros de Granada, dio fin a la hegemonía musulmana en Europa dejando cesante una soldadesca de caracteres peculiares, entre castrense y frailuna. España continuaba sumida en el oscurantismo medieval, cuando el resto de los países continentales había entrado en el movimiento intelectual del Renacimiento, y pretendía consumir en las hogueras de la Inquisición toda nueva manifestación de cultura.

La suerte del reino corría pareja con la de la Iglesia Católica, que temía ver frustradas sus aspiraciones de dominación universal ante la Reforma Luterana. Con el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón se había iniciado la unificación ibérica bajo el auspicio del Papado, pero la hegemonía política no podía sostenerse con las arcas vacías.

La expedición de Colón ofrecía alentadoras perspectivas, que no desconoció la Reina de Castilla. Puso todo su empeño en financiar la empresa cuidándose de mantener a la nobleza ajena a ella para evitar su fortalecimiento económico y preservar la supremacía real. Asimismo, aseguró la exclusividad de su explotación ante los Reyes de Inglaterra, Francia y Portugal firmando con Colón un contrato de derecho privado que llamaron Capitulaciones.

El afán por obtener riquezas materiales fue el móvil de la conquista española: los reyes buscaron el oro para mantener su hegemonía; los expedicionarios para conseguir prebendas y títulos, y los soldados para asegurar su fortuna. A los primeros contactos, el conquistador interpretó así la índole pacífica del indígena: "son todos desnudos y de ningún ingenio en las armas y muy cobardes, que mil no aguantarían a tres; y así son buenos para les mandar, y les hacer trabajar, sembrar y hacer todo lo otro que fuera menester".

El conquistador español, a diferencia del inglés, no aniquiló al indígena: lo utilizó. Tras el despojo llegaron la servidumbre y el mestizaje. Así surgió el hombre de América Latina, con la soberbia autoritaria del peninsular y la sutil malicia del indígena, desarrollada en alto grado merced a un elemental mecanismo de defensa.



CONTINUARÁ