sábado, 20 de julio de 2013

HERMANOS Y CÓMPLICES


Fernando fue el niño más deseado y esperado que se pueda imaginar, por ser el primer nieto de las dos familias: Noguera y Arrieta. A los catorce meses tuvo que compartir sus privilegios con Carlos.
Los pocos meses de diferencia, no afectaron en nada su relación fraternal. En cuento Carlos se soltó a caminar se hicieron cómplices, pero no para hacer travesuras, sino para investigar, pues muy pronto comprenderían que la investigación es la base del conocimiento.

Frecuentaban la casa de sus abuelitos; Papá distribuía su tiempo entre los nietos y la consulta particular, tenía su consultorio en la propia casa, como muchos médicos y odontólogos de esa época. Fernando apreciaba el respeto y gratitud con que lo trataban los pacientes.

- Papayata, cuando usted esté viejito, yo le hago las visitas de noche.


Así manifestó tempranamente el llamado de la Medicina.  "Papayata" es contracción de papá Arrieta. En su media lengua lo llamó así, y así quedó para todos sus nietos, no solo mis hijos, sino también mis sobrinos, durante toda su vida y ahora en el recuerdo. Y a mamá, por extensión, "Mamayata".


Cuando Fernando iba a cumplir los cuatro años, Marujita de Rivas, que era una profesora particular, nos ofreció enseñarle a leer y escribir. Se ufanaba de haber sido la profesora de los hijos del expresidente Julio César Turbay Ayala.

Cuando llegó Marujita a comenzar la clase con Fernando, Carlos se hizo presente también. Ella pensó que por ser tan pequeño, iba a perturbar la lección. Pero lo aceptó porque él no quería irse, y Fernando no quería quedarse solo con una señora extraña.

Los niños se portaron bien, pero Marujita no consideró que Carlos es zurdo, y que esa condición no se puede cambiar. Creía que coger el lápiz con la mano izquierda era mala educación, y le aplicaba su reglazo en la mano abierta. Como consecuencia, Carlos tiene muy mala letra. Cuando terminó el curso, hicimos en la casa la sesión solemne. Asistieron los abuelitos y los tíos, portando cada quien sus premios para los niños. En la mitad de la sala, se colgó el tablero; todos estábamos expectantes, y comenzó el examen final.


Por ser Fernando el mayor, pasó primero. La profesora le dictó palabras sueltas y frases cortas, que escribió muy bien. Luego, vino el examen de matemáticas. Marujita les había enseñado los números hasta 100. Fernando escribió muy bien los números saltados que le dictaba, como 47, 38, 14, etc., y finalmente 100. El examen fue un éxito y Fernando recibió muchos aplausos.


Luego pasó Carlos, y también se lució. Cuando Marujita dictó el número final "cien", Carlos respondió con el acento paisa que tenía entonces:

- Pueshh ahora escribo "mil", y todos quedamos admirados. Fue su más temprana manifestación de su amor por las matemáticas y su vocación de ingeniero.

A Marujita le hizo gracia su acento, y le preguntó:

- ¿Porqué habla como paisa?

- ¿No ve que mi bisabuelo era alemán?

Risas y más risas. Pasamos una tarde muy agradable, tomamos unas deliciosas onces;  Marujita fue muy felicitada y recibió un lindo ramo de flores.

Fueron pasando las vacaciones y llegó la Navidad; el tío Jaime les regaló dos juguetes de pilas, que eran la novedad: un avión que prendía motores, encendía luces, se abría una puerta, se asomaba la azafata y daba vueltas una y otra vez. El otro era un buque que prendía motores, encendía luces y daba vueltas repitiendo el ciclo una y otra vez.

Los niños los miraban con mucha atención, y los grandes creíamos que estaban encantados, hasta que Carlos le dijo a Fernando:

- Bueno, vamos a desbaratarlos que a los vimos.

Una vez más, manifestó su vocación de ingeniero y, los cómplices se entregaron a la investigación que conduce al conocimiento,  sin que nadie osara oponerse; ni siquiera el tío Jaime.