viernes, 15 de marzo de 2013

LA MODA REPUBLICANA

Como dijimos anteriormente, el esplendor de la moda en una civilización es presagio de su decadencia y ocaso. La ostentación de las Cortes europeas durante el Renacimiento, no podría continuar por siempre. Tendría que llegar la Revolución Francesa a finales del siglo XVIII (1789) a poner fin a la monarquía y a esparcir por el mundo los aires de la libertad, que condujeron a la Independencia de las colonias en América.

El nuevo humanismo gestado durante el Renacimiento puso término al oscurantismo de la Edad Media. España se había quedado rezagada frente a los demás países europeos. Mientras éstos progresaban en las ciencias y la filosofía, España seguía quemando brujas en el Santo Tribunal de la Inquisición.

El desarrollo intelectual del Renacimiento se pudo divulgar gracias a la invención de la imprenta de tipos móviles  por Gutenberg en 1450.

Los libros llegaban de contrabando a las colonias, ocultos en toneles de vino. Los intelectuales criollos se inspiraron en las nuevas ideas. Antonio Nariño tradujo "Los derechos del hombre" y logró publicarlos clandestinamente en su imprenta patriótica en 1793.


La Revolución Francesa influyó definitivamente en Colombia, no solamente en lo político, sino también en las costumbres, la arquitectura y, por supuesto en la moda. En la arquitectura se pasó del estilo colonial español al estilo francés republicano inspirado en el clasicismo griego y romano. En la moda, la aristocracia dejó de dar el tono, pese a las tentativas de Napoleón. En el traje masculino triunfó la moda burguesa: un hombre ya no llevaría jamás un frac bordado ni un sombrero con plumas.


Los hombres desecharon las casacas galonadas, las pelucas empolvadas, el calzón corto, los zapatos con hebillas y el sombrero al tres (tricornio). Vistieron levita de paño, botas de charol y sombrero de copa alta. Lucieron el cabello corto, en guedejas, como los revolucionarios franceses. Así lo vemos en los retratos de los próceres de nuestra independencia.

Lo que no logró imponer Napoleón en materia de moda masculina, sí lo logró Josefina quien impuso el "estilo imperio" en los trajes femeninos: la línea general evocaba la silueta de las mujeres de la antigüedad clásica, con la diferencia de que no eran drapeados sino que iban cortados y cosidos con el corpiño ajustado, por lo general fijo sobre un corsete de tela endurecida que sostenía el pecho; la falda montada en frunces a la espalda, terminaba en cola.

Tenemos una imagen criolla del estilo "imperio" en el retrato de doña Magdalena Ortega de Nariño, que se conserva en el Museo Veinte de Julio en Bogotá, más conocido como "Casa del Florero". Aparece doña Magdalena en la plenitud de su belleza, engalanada con ricas joyas y luciendo un traje de seda de talle alto.

Este retrato causó una gran polémica entre los historiadores, académicos e intelectuales, por causa del descubrimiento que hizo la historiadora Carmen Ortega Ricaurte, por entonces directora de dicho museo. Le llamó la atención que el retrato hubiera sido retocado. Al investigar en el archivo encontró que en una reproducción aparecía la dama cubierta con un pañolón negro, que posteriormente le fue borrado, quedando el cuadro en su estado original, tal como lo pintó Joaquín Gutiérrez, uno de los más famosos y caros pintores de la época, en 1801, por encargo de don Jorge Tadeo Lozano.

La familia Nariño había sido despojada de sus bienes y don Antonio estaba preso e incomunicado en Cartagena. ¿De dónde entonces tanto lujo? ¿Por qué el medallón que luce doña Magdalena tiene la imagen de don Jorge Tadeo Lozano y no la de don Antonio Nariño?

Estos detalles y la adulteración que había sufrido el retrato llamaron la atención de la historiadora, quien sacó sus propias conclusiones  las cuales comprobó tras una sera investigación, consultando documentos y la iconografía de los personajes involucrados.

Habiendo sido invitada a formar parte de la Sociedad Nariñista, consultó con el Presidente su descubrimiento. El aprobó que presentara su ponencia sobre el tema, porque la controversia era bienvenida en el seno de la Sociedad y resultaría interesante un noble "duelo de sables". Lo que nunca sospechó el Presidente, era que el trabajo de Carmen Ortega fuera una investigación tan seria y bien documentada. Cuando ella presentó su ponencia ilustrada con diapositivas, los nariñistas se sintieron ofendidos y casi la "linchan". Se desató una polémica por los periódicos, hasta culminar en el libro de Enrique Santos Molano, titulado "Antonio Nariño, filósofo revolucionario", en cuyo apéndice despotrica de doña Carmen. En respuesta, ella publicó "El enigma del medallón", cuya carátula es la reproducción del cuadro.

Después de la Independencia de las colonias, España se empobreció nuevamente. Había muchas familias venidas a menos, pero seguían conservando su orgullo, especialmente los madrileños. Podían no tener garbanzos para la olla, pero se engalanaban para ir de paseo o asistir al teatro. Una de estas familias de origen francés, de apellido Sicourt, tenía varias hijas casaderas. Las jóvenes arreglaban sus vestidos viejos cambiando adornos, agregando arandelas y recurriendo a cuantos artificios les dictaba su imaginación. El resultado era, naturalmente  de muy mal gusto. En la jerga de los jóvenes se había puesto de moda el cambiar el orden de las sílabas en las palabras. Cuando veían llegar a las señoritas Sicourt, decían: "ahí vienen las Courtsi". Para facilitar la pronunciación terminaron por decirles las Cursi. Este es el origen de la palabra cursi, que significa charro, ridículo, etc.